miércoles, 11 de junio de 2014

►Obra publicada: verso








Frágil ciudad del tiempo. Editorial Universidad de Valencia, 1977. AGOTADO.





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      Cuando se retira el mar,
      el pájaro de vidrio azul
      del horizonte,
      toda palabra ya es inútil,
      todo destino es resistir
      en esta orilla
      el mundo veloz de mármol.

     Cuando se retira el mar
      sólo quedan las ruinas.
      Las ruinas, el solar inmenso de la noche
      sin murallas,
      pórtico del sueño
      cuando ya ninguna imagen
      devuelven los espejos
      en las habitaciones de la casa,
      ni el mármol brilla
      en los rincones del jardín.

           Todo en soledad lo aceptas.

           Las ruinas, rosa que los días
      han rasgado,
      viejas palabras que llegan hasta ti
      como olas de un mar que nada dice
      y te retiene entre sus aguas poderosas.
      ¿Para qué añadir entonces más otoño a este paisaje
      si hay tanta muerte en las estrellas?
      Es inútil repetir en otros cuerpos este rito,
      volver a aquel tiempo,
      único como pétalo cerrado.

           Frágil ciudad del tiempo si es tarde,
      sobre un alba presagiada en cada olvido
      tu presencia al fondo se abandona
      como una irrenunciable despedida. 







Celebración de un cuerpo horizontal. Editorial Libros Dante, 1978. AGOTADO.



EL REGRESO


Noche de oro, noche de silencio,
ya vienen los viejos lobos del sueño
con su escaso pelaje cubierto de heridas,
ya baja por el bosque la luna
arrastrando su vientre amarillo;
luna del deseo, hecha frío aliento de plata,
río inclemente que lleva cenizas, olvidadas canciones,
cálido atardecer de otoño poniendo cerco al jardín.
Luz desnuda viene a poblar las llanuras sin límite
de voces ocultas, de ávidas formas sin cuerpo.
Pronto llegarán las aguas a la puerta de casa,
mancharán de barro los muros, la alacena profunda,
vendrán las lluvias a oscurecer
los ventanales más altos,
y cuando al fin el viento seco entre a las calles
y el sol de la mañana otra vez duerma en las fuentes,
quedará en los dedos, como si fuese un reclamo,
la sombra azul de los pájaros muertos.









La hora transparente. Editorial Fernando Torres, 1985. AGOTADO.


6



    Entonces enmudecerán los pájaros y se descubrirán los espacios infinitos,
     las enormes llanuras del ojo al fin desnudo,
     vendrán las lluvias otra vez para borrar el sueño,
     para sacudir la raíz de los cuerpos sin memoria,
     para apagar el brillo del rostro que espía en la ventana,
     vendrán la luz y el viento de una larga tarde sin memoria,
     de un pasado incorrupto y repentino
     como un toro de fuego para encender las voces,
     los silencios de la casa y los manzanos en flor,
     para sembrar de dudas la conversación en un extremo del jardín,
     la mano que anuncia el café de media tarde,
     para llenar de estupor los dedos que toman una servilleta,
     la enorme galería junto al mar, los retratos en las habitaciones clausuradas,
     la fragilidad del tiempo en los pasillos del hotel,
     mientras afuera el viento de septiembre ya agita las palmeras
     y un frío azul desciende un segundo en el salón de baile,
     llegará desde lejos la noche para abrir las puertas todas
     y sorprender la piedad del enfermo en las últimas estancias,
     el momento del gozo en el dormitorio encortinado,
     los pasos desnudos sobre el césped, la oración solitaria en la capilla,
     el gemido del pequeño que en mitad de la noche se despierta,
     se escuchará un precipitarse de aguas hacia bajo,
     hacia la escalera que conduce al comedor,
     un quebrarse de tablas en los pisos superiores,
     un caer de loza y vidrio en las cocinas,
     pero todo ocurrirá como en un sueño,
     sin sonido,
     como al salir de un sueño prodigioso los objetos seguirán en su lugar,
     girando en torno a un eje indescifrable,
     aunque nada seguirá en su lugar,
     nadie que haya entrado una sola vez
     podrá huir de este inaprehensible círculo de muerte,
     nadie que esté en el secreto tendrá llave de la casa,
     pues no habrá pará el infiel retorno,
     no habrá más piedad para el desposeído,
     será todo como un continuo regresar de lo Unico a lo Unico,
     un aproximarse constante de los astros a la carne.
     Ya nada podrá entonces la Palabra

     y a nosotros nos ganará el silencio,
     y a nosotros nos ganará el silencio,
     y a nosotros nos ganará para siempre y nunca más
     el absurdo silencio de los cuerpos que giran y giran sin destino.








Las ocasiones perdidas. Editorial Renacimiento, 1990.
ISBN 84-86307-29-5

                              

SUPERPOSICIONES EN UNA TARDE DE DOMINGO


     Hoy entro en ti, casa, habitación sin tiempo,
     más que recuerdo eres, en este extremo de la calle
     que apenas si distingo, perdida en los años
     de la primera adolescencia, mezclada a las ruinas
     de la juventud que vendría después para dejarte,
     más que recuerdo eres vida que de pronto se detuvo,
     que renunció a seguir siendo con su vieja mansedumbre.
     Casa aquella, esta de hoy, cuya luz apenas si distingo
     en las tardes del sábado, en el comedor a oscuras,
     en los tejados vecinos de las desiertas horas;
     te han levantado los huesos contra el aire,
     han cubierto tu cuerpo con pasillos y balcones,
     mas tú continúas creciendo siempre
     en la piedra luminosa de tu ausencia.
     Hasta mí llegas agotada ya por el girar del tiempo ido,
     por el silencio en la estación de las lluvias
     y el derrumbarse del placer con las paredes;
     hasta mí llegas; y cómo entro ahora en tus brazos,
     cómo te pierdes en las habitaciones sin nadie,
     en las terrazas sin nadie, en las puertas sin nadie,
     cómo me he perdido para siempre entre los años,
     mientras tú sigues creciendo, oh madre poderosa, ciega luz de exilio,
     en la tierra delgada de la muerte.







 Oscura como la carne. Editorial Renacimiento, 1992.
ISBN 84- 86307-65-1



LA CARNE



La mujer golpeaba con el cuchillo en la mesa de mármol,
una y otra vez apartaba el cuchillo y lo dejaba caer.
Junto a ella una puerta de hule daba paso al interior de la casa.
Una anciana miró a la calle. Dijo algo que nadie entendió.
El viento arrastraba papeles, llenaba de polvo los coches.
Comenzó a llover en ese momento y la mujer levantó la cabeza
y se apartó el pelo del rostro.
La mujer hablaba y la mujer seguía golpeando con fuerza en la mesa.
Entró un perro sin dueño y una niña se refugió detrás de su madre.
Y la mujer levantaba el cuchillo y lo dejaba caer.
De la puerta de hule llegó una corriente fría de aire,
un olor muy dulce a carne prensada y cocida.
Y la mujer levantaba el cuchillo y la mujer hablaba
y la mujer dejaba caer el cuchillo.
Del interior de la casa provenía un chasquido de dientes de sierra.
Y la mujer se secaba el sudor de la frente con la mano derecha
y con la misma mano apartaba pedazos de vísceras
y los arrojaba al cesto que tenía a sus pies.
Y la mujer arrojaba en el cesto pedazos de vísceras.
Alguien comentó algo de una revista de moda, pero nadie escuchó.
(Y la mujer levantaba el cuchillo
e inmediatamente lo dejaba caer.)
De cuando en cuando se oía el crujir de los huesos
que la mujer quebraba con enorme fuerza y destreza;
y la mujer levantaba el cuchillo
( en la palmera de enfrente se posó un pájaro gris,
cruzaron la calle corriendo dos niños y se apagó la luz de una farola)
y lo dejaba caer
( y con todas sus fuerzas lo dejaba caer.)
Y entre los dos movimientos miré a mi lado
y nadie había a mi lado.





Amanecer clandestino. Editorial Pre-Textos, 1998.
ISBN 84-8191-187-9



MEDITACIÓN ANTE UNA OBRA DE F. BACON

 Perro, 1952





De golpe le ha caído el mundo encima
y hace un momento miraba en todas direcciones
buscando al animal de cuerpo entero
que seguramente por este lugar anduvo.
Como una silla vieja abre las patas,
hecho un ovillo de sombra a punto de rodar
entre su solitario hocico y sus costillas.
Está quieto como un faro, quizá sorprendido
de verse en esa frágil actitud de huida
un segundo anterior a toda congelación
de inciertos sentimientos. En medio de sí mismo,
el mundo le da vueltas, intenta situarlo,
atraparlo en su feroz geometría,
se le apagan los lentos carbones de los ojos,
el aire le entra ya dificultosamente.
Quizá ha venido hasta aquí a declarar sus cuentas
pidiendo disculpas por mantenerse en pie
y olisquea aún la sombra como quien no puede
renunciar tan pronto a un bien preciado.











En un lugar extraño. Editorial Pre-Textos, 2007
ISBN 978-84-8191-801-4



HOY TODO ME CONDUCE A SU CONTRARIO






Hoy todo me conduce a su contrario.
La frente que levanto tropieza con el aire.
Los ojos con que miro me están mirando antes.
Si digo una palabra, sólo añado

algo que se parece sólo al silencio.
El pecho que me acoge en su interior
es cada día más mi tumba que mi pecho.
La mano que acaricia no tiene convicción:

está llena de antiguos desamparos.
Me persiguen sin tregua los pies con que camino.
Hoy todo me conduce a su contrario,
todo me lleva hoy de mí hasta mí mismo.









3 comentarios:

  1. EN UN LUGAR EXTRAÑO: Me bastó ver la evocación de Ángel González que contiene una de las páginas en blanco que precede a tu libro, para saber que quería seguir leyendo.

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  2. EN UN LUGAR EXTRAÑO (Continuación): ... Y leí, releí y dí una vuelta de tuerca a todos tus poemas. Y los diseccioné. Pero los versos seguían estando vivos, tan vivos como mi atrevimiento. Doy fe.

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  3. Imponente poetización de tritonos. I take my hat off to you.

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