miércoles, 6 de agosto de 2014

DESCUBIERTO





En el silencio de las noches me vigila un búho o mochuelo o animal similar que va dando vueltas por aquí. En realidad parece que se hubiera acomodado en lo más alto de la torre árabe y desde su atalaya observase todo el caserío, aunque en este laberinto de rocas bien pudiese suceder que estuviera en cualquier otro pico y a mí sólo me llegase el eco. Lanza una especie de queja universal, seguido de un sonido encadenado, de tono más bajo y lastimero, como lamentándose por no haber obtenido respuesta. Al principio me resultaba agradable y me hacía mucha compañía, pero otras noches sí recibe respuesta lejana de algún otro mochuelo, se calla y me deja solo con mis cavilaciones y mis silencios.
Por las noches se está más a resguardo del mundo, más protegido. Al principio, me dediqué a no hacer nada, a dejar que todo sucediese a mi alrededor de manera natural, sin interrumpir el curso de los acontecimientos con la íntima esperanza de que, en contrapartida, lo que parecía ser la lógica del mundo se olvidase de mí.
La luna, que viene del mar, parece que se echase a dormir en estas soledades después de dar la vuelta al mundo. Desde el fondo, donde dicen que está la Sima, va poniendo una melena de luz en los troncos negros de los pinos. Va subiendo por los huertos de limoneros, oscureciendo, por contraste, los bancales o caminos y aventando las fantasmales presencias que se ocultan al lado de la ermita.
A la luz de la luna todo parece más amplio, incluso el recuerdo, y, sin embargo, sigo sintiendo interiormente una insoportable estrechez que no puedo explicarme ya por la presencia agobiante de un paisaje esquivo y, aun más, declaradamente enemigo y residual. Se diría que algo inexacto me vigila, así que hago lo posible por moverme sólo lo necesario para no despertar sospechas en quien pudiera estar observándome. Necesito justificar mi presencia, por lo que a la luz escasa de la lamparilla compongo ferozmente diversas figuras: con la pluma estilográfica en los labios y echado hacia atrás, con la pluma a un dedo de la libreta y la mirada perdida, con la pluma entre los dedos índice y anular y el pulgar contra los dientes superiores. Procuro también no tachar nunca ninguna palabra y utilizar alambicadas caligrafías para evitar el ruido del rasgueo sobre el papel. Por supuesto, durante todas estas noches dejo de fumar, dado que liar unos cigarrillos, con el trajín de encauzar la mezcla y el chasquido del encendedor causan un escándalo difícil de disimular.
Ayer, ya muy entrada la madrugada, se acercó torpemente un pájaro y se fue a parar en la barandilla de la terraza: se me quedó mirando un momento y durante ese momento, antes de huir despavorido, creo que los dos debimos de pensar lo mismo:

-¿Qué hace éste aquí a estas horas?

1 comentario:

  1. Bajo la luna ¿cree usted realmente que tiene pluma, pulgar y dientes superiores? Feliz verano en esas alturas, animalillo sin catalogar.

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